sábado, 1 de abril de 2017

Relatos de Malvinas: Luis Oscar Sosa - Sergio Herrera


Luis Oscar Sosa: “No podíamos decir
nada de lo que habíamos vivido”

El ex combatiente prestó servicio en la Marina, embarcado en el portaaviones “25 de Mayo”. Los duros días de la guerra, las dificultades del regreso y por conseguir trabajo. Su presente y su memoria de aquellos días.


Luis Oscar Sosa  en el momento del conflicto revistaba en el portaaviones A.R.A. “25 de Mayo”, habiendo sido incorporado en 1981 en la Marina. Su puesto de combate proveedor de cargador izquierdo en un montaje de la defensa aérea cañones de 40 mm.

El 31 de marzo de 1982 fueron informados del operativo militar para la recuperación de las islas Malvinas. “Todo se vivía normalmente –recuerda- hasta saber que la llegada de los ingleses era inminente. Todo empezó a cambiar comentarios, preocupación, estado anímico, pero si algo tengo que destacar a pesar de todo, es la unión y el apoyo de nuestros compañeros ya sean colimbas, suboficiales y oficiales cuando alguien se encontraba bajoneado allí estaban para apoyarnos y darnos fuerzas para seguir adelante”.
“Yo, por ejemplo –comenta- había perdido la noción del tiempo no sabia ni que día vivía a tal punto que en el mes de mayo es mi cumpleaños y hasta el día de hoy no recuerdo que hice ese día. Tengo un cumpleaños perdido. En vez de 49 tengo 48”-

Y también rememora que los momentos más tristes los vivieron tras enterarse del hundimiento del crucero “General Belgrano” . “En ese aberrante acto –señala en su relato- se fue la vida de mi padrino, Ricardo Meraviglia, y tantos compañeros más. El día de la rendición también me costó mucho asumirlo y cuando regresamos a puerto el vacío que quedo en la dársena donde amarraba el glorioso “General Belgrano” me inundo una tremenda tristeza y siempre me pregunte ¿Por qué Dios, porque…?”.

Al final del conflicto y después…..

Tras el término del conflicto, Luis rememora: “Fueron días muy grises hasta el día de la baja. Tras ese día continúe viviendo jornadas nebulosas, semanas interminables. Mi pobre madre sufrió tres pre infartos. A mi padre, no se quien, le había comunicado mi fallecimiento, si bien había caído un Luis Sosa pero no era yo por suerte o el destino no quiso que sea yo pero me pregunto ¿Por qué tuvieron que vivir tanto sufrimiento mis padres? Hoy en día mi padre ya fallecido hace siete años y a mi madre la tengo muy bien con sus 74 años, gracias a Dios.”

“Con respecto a mi integración a mi vida civil me costó mucho –afirma- porque me sentía derrotado, perdedor. Me parecía que la gente me daba la espalda y lamentablemente carecíamos de atención, nos largaron amordazados porque no podíamos decir nada de lo que habíamos vivido y arréglate como puedas”.

“Siempre le estaré agradecido a mi familia y amigos que de una forma u otra me brindaron su apoyo. Me resulté una buena terapia por ejemplo, ir a pescar. Me pasé pase mucho tiempo hasta que otro gran amigo, Juan Becerra, me ofreció una bici y me dijo ¿Por qué no pedaleas para desenchufarte? Y lo hice, hasta el día de hoy no para de hacerlo. Me siento muy bien realizando este maravilloso deporte  a tal punto que ya corrí unos 28 años mas o menos he pasado por varias categorías, competí en varios campeonatos argentinos de ruta y pista y en dos oportunidades participé en los juegos panamericanos. A este deporte lo llevo en mi corazón como a mi Patria”.

Reconoce que “en la parte laboral me costó mucho conseguir trabajo fijo. Hacía changas de lo que fuese, no tenia problemas para realizar cualquier tipo de trabajo, hasta que un cierto día después de presentar infinidades de currículum con el certificado de Veterano de Guerra en distintas empresas y comercios, no se para que gasté tanto tiempo. Todo fue en vano”.

“Un amigo me comenta que estaban por tomar personal en Policía Federal, y yo me dije “me la juego” . Reuní toda la documentación requerida por la fuerza y también adjunté mi certificado de Veterano, de ochenta y dos aspirantes, quedamos 16 y entre ellos yo. Realizamos el curso correspondiente en la escuela de Sub oficiales “Comisario General Alberto Villar”, por suerte salí aprobado y fui numerario de esa fuerza durante 10 años”, señaló.

El portaaviones “25
 de Mayo” en el que
estuvo embarcado
Luis Oscar Sosa.
Y en el párrafo final de su relato, comenta Luis: “Después, por cuestiones  de la vida, conocí otra gran persona: Juan Daddiego, que me tuvo como empleado en su taller de calzados durante catorce años y hoy en día me desempeño como auxiliar de un colegio rural donde ya llevo cinco años aproximadamente donde también conocí personas maravillosas como la directora, maestras, profesores/as. Aprovecho esta oportunidad que me dan para darle las gracias a todas las personas que me extendieron su mano cuando la necesité, gracias a todos de corazón y por ultimo no quiero dejar afuera a mi querida familia que fue el pilar fundamental para salir adelante mi esposa Yolanda, mis hijos Renso Luis, Alan Darían, Eric Leonel, Shirley Wanda y Jon. Con mis pies sobre la tierra, mi alma en mi Argentina y mi corazón en Malvinas: Viva la Patria !!!!!”.





La vida en el “25 de Mayo”

Luis Oscar Sosa recuerda su actividad en el portaaviones de la siguiente manera: “La vida de a bordo era distinta tal como me lo habían dicho otros compañeros más antiguos. Paso a detallar las dimensiones de lo que seria nuestra casa flotante por un año: el mismo tenia unos  220 metros de eslora por 30 metros de manga, un desplazamiento de 19.896 toneladas  propulsión  2 motores diesel, potencia 40.000 S H P, y una velocidad máxima de 24 nudos, operaba con 8 Mc Donnell  Douglas  Skyhawks,  6 Grumman Trackers,  4 Sikorky Sea King y 7 Dassault Súper Etendar  que completaban un total de 25 unidades aeronavales. Contaba con una tripulación de 1.200 hombres en puerto y en navegación  embarcaban 300 hombres más pertenecientes a la aviación naval y así se completaba una dotación de 1.500 hombres, además detallo otros compartimentos del buque como sollados, lavadero, talleres, cocina, panadería, enfermería, santa bárbara, dos ascensores  para el asenso de los aviones  a la cubierta de vuelo… etc.  

Una ciudad, pero en el tiempo que estuve no llegue a conocerlo en su totalidad. Yo era numerario de la tercera compañía de mantenimiento (chafa) nuestras tareas eran limpieza, picaretear, pintar y otras, también estábamos afectados a maniobras y guardia militar. En algunos momentos teníamos autorización para realizar deportes, también quiero mencionar que cuando se tocaba zafarrancho de abandono   estaba asignado a la balsa N° 1ª. Mi puesto de combate era proveedor de cargador izquierdo en un montaje de la defensa aérea cañones de 40mm”.

Hacia fines de 1988 se dispuso un ambicioso programa de modernización del buque en el Astillero Río Santiago que incluiría el cambio de su planta propulsora y toda la electrónica del mismo. La crisis económica desatada en el primer semestre de 1989 pulverizó el presupuesto asignado, y la actualización fue abandonada. El buque no volvió a navegar operativamente.

Varias de sus piezas comenzaron a ser canibalizadas y vendidas a la Marina de Brasil, que las utilizó en su NAeL A-11 Minhas Gerais, también de la Clase Colossus, por ejemplo la potente catapulta, la que una vez instalada en el NAeL pudo operar con los Douglas A-4KW, adquiridos a Kuwait el 30 de abril de 1998.

Por resolución del Jefe de Estado Mayor General de la Armada, Carlos Saúl Menem, (BNC N° 6 del 5 de marzo de 1997 se pasó a la unidad de receso temporario para modificación o modernización a la de radiación para su venta a partir del 1 de febrero de 1997. En el 2000, finalmente, fue enviado al Puerto de Alang (India) donde fue desguazado.


Los dramáticos momentos de la guerra
y la vuelta casa, según Sergio Herrera

El juninense estuvo en un buque de la Armada Argentina y recuerda aquellos días y las situaciones posteriores protagonizadas por los ex combatientes.

El juninense Sergio Jorge Herrera (clase 1962) fue incorporado en la Armada Argentina y destinado a un destructor.


“La Armada es más linda que tierra –comentó Sergio-, recibías otra formación, concejos, daban otro alcance y otra instrucción diferente que en tierra. Yo había pensado quedarme en la Marina, pero mi padre después de la Guerra de Malvinas no quiso que me incorpore”.

La historia de Malvinas


“Nos parecía que íbamos a hacer un juego –recuerda el juninense-. Eramos unos pibes y estábamos contentos por los que estábamos haciendo, embarcarnos para ir a defender un lugar que ni siquiera conocíamos. Todo lo que hacíamos en práctica como maniobras de práctica de repente pasaron a ser realidad ya no era un juego. En el momento del conflicto paso a dirigirnos un principal Ledesma, muy duro, que parecía no importarle nada de los que estaba pasando”.

Y agrega: “Sabíamos que íbamos a defender algo pero no sabíamos bien a qué. Estuvimos fondeados en las afueras de Mar del Plata y de ahí nos mandaron cubrir un puesto en Ushuaia a todo esto aún no estábamos viviendo nada raro para nosotros era un paseo una cosa linda. Hasta que nos dan aviso que estaba muy cerca de nosotros el crucero “General Belgrano” y nos mandan escoltarlo ya que nosotros teníamos equipos especiales de radares para detectar submarinos, algo de lo que carecía el Belgrano, pero obviamente no llegamos a nuestra misión: ya lo habían hundido, yo deje muchos amigos ahí”.

“A esta altura –señala- todo había cambiado, el clima que se vivía, los ánimos, el trato, todo era diferente, no fue agresivo físicamente, pero fue muy agresivo psicológicamente, mentalmente, fueron momentos bastante difíciles, no comparado con los compañeros de tierra pero fue bastante difícil”.

“Nosotros fuimos los últimos en retirarnos del lugar que teníamos como destino, me entero que había finalizado el conflicto cuando veo las luces de Mar del Plata. No fuimos a puerto estuvimos fondeados afuera de Mar del Plata dos o tres noches sin saber el motivo”.

No todo volvió a ser igual


“Cuando termina el conflicto –rememora el ex marino-, volvió a ser todo normal. Pero en realidad no era lo mismo que cuando entramos. Había un distanciamiento entre el personal que antes éramos como amigos, creo hoy que por un recelo de que no hicimos nada, nos miraban mal con recelo. Notábamos la mirada de ellos, diferente pero no podíamos entender la de nuestros propios compañeros. Y fue todo así un acostumbramiento hasta que nos dieron la baja. Nos dieron una licencia de un mes y nos hicieron una revisación médica exhaustiva, nos obligaron a tomar unas pastillas que obviamente nunca tomé, nos decían que era para mantenernos alertas”.

De esos días también rememora el juninense: “Hubo entre treinta y treinta y cinco días que nos mantuvimos despiertos entre nosotros mismos, nos manteníamos alertas y nos contábamos de nuestras vidas para no dormirnos, no necesitábamos de ninguna pastillita, había compañeros que lloraban mucho y se acordaba de la familia, y eso era muy fuerte. Te madura medio de golpe esto a pesar de que lo que yo viví en Malvinas no fue una situación tan difícil como la que pasaron mis compañeros, por eso yo los quiero muchísimo a todos”.

La vuelta a casa

A fines de junio de 1982, puede regresar a su Junín natal y sobre esto, recuerda: “El día que llegue a mi casa fue terrible, porque yo era vecino en esa época de Daniel Seitún. El colectivo nos dejaba en el Álamo como a las tres de la mañana y de ahí iba caminando hasta mi casa. Cuando llego no me di cuenta y paso por la casa de Daniel Seitun que vivía en la esquina y la mamá me vio que pasé vestido de marinero, y me tuve que parar para saludarla. Para ella era muy importante pero yo no tenía la seguridad de si él estaba vivo o no, no teníamos certeza de cómo podía estar. Fue un momento muy dramático!.

Después de llegar a mi casa, tras saludar a sus padres, señala de ese día: “A las siete de la mañana estaba lleno de vecinos y amigos, hasta que alguien aviso a los medios y fue un mundo de gente. Todos querían saber preguntar, no podía salir ni a la panadería y en ese momento, yo no tenía ganas de hablar con nadie solo quería estar con mi mamá y mi papá”.

“Yo en ese momento traía los papeles para que mis padres me firmen la autorización para incorporarme a la Armada, ellos pusieron los papeles en un sobre y escribieron un carta diciendo que lo lamentaban mucho pero no iban a entregar a su hijo a la Armada nuevamente”, rememora.

El tiempo

Tras la guerra, Sergio entra a trabajar como conductor de lomocotoras, durante doce años y dice: “Nunca más hable del conflicto, nunca más nadie me peguntó nada hasta que me encontré con una personas que sin saber ambos, habíamos pasado por lo mismo. Cuando yo me voy del ferrocarril, mis compañeros actuales me convocan para decirme que era tiempo de armar el Centro de Veteranos así que ahí iniciamos el primer centro con Bruno, Maza, Miguelito Martínez, en Primera Junta y Siria”.

“Hoy estoy felizmente casado con 7 hijos y cinco nietos hermosos. Estoy trabajando en la portería de una escuela que se llama Casa Huerta. Muy feliz allí entre como auxiliar y hoy por hoy soy y hago un poco de todo”, concluye en su relato.

Treinta años después, los ex combatientes de Malvinas presentan a la comunidad los relatos de sus vivencias en la guerra y reconstruyen aquellos tristes días.



No hay comentarios:

Publicar un comentario

Adbox