jueves, 30 de marzo de 2017

Junín en la Guerra de Malvinas: El cañón de 155 mm abre fuego por primera vez

Fue el viernes 14 de mayo.  Cómo calculaban el tiro los artilleros. La eficacia destacada por los mismos marinos ingleses. El impacto psicológico positivo de los cañones en los soldados argentinos. El estruendoso "sapucay" que lanzaban los soldados correntinos cada vez que disparaban los cañones de 155 mm. VIDEO: LOS ARTILLEROS DEL EJERCITO ARGENTINO EN LAS ISLAS MALVINAS.




Aquí se representa el procedimiento ejecutado para determinar los datos de tiro para batir los buques ingleses. Para lograr una mayor presición, a esta información se le introducían los valores de velocidad y dirección del blanco y el tiempo de duración de la trayectoria del proyectil.



(Fuente: "Así Combatimos". La historia de los cañones de Junín en la Guerra de Malvinas, G.A. 10 - 2012, Edit. las Tres Lagunas)

Cerca de las 20 del viernes 14 de mayo, el jefe del Grupo de Artillería 2 -unidad a la cual se encontraban subordinadas los cañones del G.A. 101 que cruzaron a Malvinas- ordena una reunión en su puesto de comando. Concurren a la misma el subteniente Pérez y el sargento ayudante Garnica. En ella se trataron principalmente temas inherentes al tipo y cantidad de munición disponible. Pero durante la misma se recibe un alerta indicando que el eco que registraba el radar Rasit era de fragatas inglesas acercándose a la costa a gran velocidad.

Se les ordena a ambos que regresen a la posición a fin de alistar el cañón para hacer fuego. Debieron volver caminando los cuatro kilómetros que los separaban del puesto comando. estaba muy oscuro y el riesgo de andar de noche por el campo era que accidentalmente algún centinela abriera fuego. Agregando mayor peligro a esta caminata en la oscuridad cuando se encontraban a mitad de camino son sorprendidos por proyectiles británicos que empiezan a caer, algo que ya era habitual. Ambos actúan instintivamente y se tiran al piso para protegerse y esperando el cese del fuego. Apenas se produce una pausa concurren todos a prisa a la posición, llegando aproximadamente a las 23. Allí el jefe de pieza y sus soldados estaban listos para hacer el primer disparo en guerra de esta arma de fabricación nacional.

Recibidos los datos de tiro, el cabo Juan Manuel Figueroa los coloca en el anteojo de puntería y gira los volantes para apuntar el cañón al lugar indicado. La preparación de la munición y la carga la hace el resto del servicio de pieza, es decir, los soldados Aguilera, Benítez, Brangeri, Fanín, Ferrer, Potes, Sandoval,Saralegui, Tempio y Velozo. A quien le correspondería el honor de jalar del tirafuego, sería a Fanín. Acorde a los registros del sargento ayudante Garnica, quien celosamente llevaba la contabilidad de los disparos  que la pieza efectuaba, se hicieron en aquella oportunidad tres disparos. La carga utilizada fue la 9 y la distancia de tiro fue de 17 kilómetros, disparándose hacia el sur de Elisa Cove. El radar marcó las siguientes observaciones: primer disparo "largo 400 metros", segundo disparo "corto" y tercer disparo "en el eco de los barcos".

La mejor información sobre la precisión de este fuego vendría de un oficial ingles David Tinker (*), tripulante de uno de los buques que casi todas las noches realizaba fuego de hostigamiento. Este marino escribiría a su familia sobre lo preciso que era este tiro, manifestando que llegaron a caer a menos de 50 metros del buque, obligándolos a alejarse a toda velocidad de la zona batida para preservar la nave.

Disparar contra los barcos ingleses fue posible gracias a un ingenioso método de tiro: en una carta escala 1:25.000 se fijó con exactitud la ubicación de nuestros radares y cañones, orientándolos en el plano respecto de un mismo norte de coordenadas. A partir del eco que captaba un radar cuando detectaba un blanco (**) podían obtenerse la distancia y el cálculo de dirección necesarios para apuntar los cañones. Para hacer el tiro más preciso eran considerados también la velocidad del buque y la probable duración de la trayectoria del proyectil (ejemplo: para alcanzar un punto de impacto a 18 km. de distancia, una granada de cañón calibre 155 mm. tarda 50 segundos). Con este método manual y sobre todo casero, se llegó a que varios proyectiles cayeran a menos de cien metros de los buques , vale decir dentro de lo que en la artillería es considerado como "zona de eficacia". De cualquier forma el efecto deseado se lograba, cuando los 155 mm. respondían al fuego de los buques enemigos, estos siempre se alejaban de la costa rápidamente.

Tal como lo expresara el sargento ayudante Garnica en su primera impresión al pisar suelo malvinense, la presencia de los cañones Sofma de 155 mm sirvió también para levantar la moral de la tropa. Sin lugar a duda ver y también escuchar el estampido de boca que hace este material al disparar provocaba un efecto positivo  en el soldado que estaba en su trinchera. Es que muchos pensaban que a pesar de la superioridad tecnológica y numérica por parte del enemigo, nuestras fuerzas disponían también de armas poderosas para hacerles frente.

Durante las noches, cuando se respondía con fuego a las fragatas, era común que luego de cada disparo de 155 mm. los soldados correntinos lanzaran al aire un estruendoso "sapucay" como festejo.

Al respecto, el subteniente de Infantería Esteban Vilgré Lamadrid relataba sus impresiones de esta manera: "Los 155 fueron una cosa aparte. Su sonido lejano al disparar y la potencia de su sonido al caer, causaban una sensación de "vino mi hermano mayor" tremenda, levantaba el espíritu y nos hacía sentir que los ingleses la pasaban tan mal como nosotros. Los dos últimos días daban la sensación de que su sonido se imponía por sobre los británicos.

Supimos también que habían abierto fuego sobre los británicos. Inclusive desde el cerro vimos cómo unos buques que nos habían estado disparando, se iban mar adentro".

Al día siguiente, domingo, hubo varias incursiones de aviones enemigos y frente a la posición se pudo apreciar lo que, por su inconfundible sonido, era un misil propio "Tiger Cat" del Grupo de Artillería de Defensa Antiaérea 601  de Mar del Plata. Se pudo ver una gran explosión en el aire. No se supo si el avión al que había sido dirigido había sido alcanzado. La guerra ofrecía este tipo de espectáculo, triste por cierto, por cuanto estaban involucrados hombres que en definitiva luchaban por salvar sus vidas y la de sus camaradas.

Hacía frío. Esa era la constante. Durante todo el día el personal de este primer cañón se dedicó a fortificar y a "enmascarar" la posición, es decir, a trata de ocultarlo lo mejor posible con los elementos propios del lugar, con la intención de confundirlo con el terreno circundante. Estar en movimiento era la mejor forma de combatir las bajas temperaturas. Por el contrario, también incrementaba el hambre..Uno de los soldados de la posición, Miguel Potes, utilizando su ingenio había improvisado un brasero dentro del refugio, utilizando la turba como combustible.

Durante la tarde de ese domingo 16 de mayo se acercaron varios compatriotas del Regimiento de Infantería 3 a saludar. Eran sus vecinos. Para los artilleros fue bueno encontrarse con otros camaradas de armas  y compartir un momento de sano esparcimiento.

A las 7 del lunes 17 de mayo ya estaban todos levantados. Ese amanecer fue particularmente hermoso, es decir, sin lluvias y despejado. Por razones de naturaleza táctica se realiza esa mañana un trabajoso cambio de posición. La pieza fue trasladada unos mil metros a retaguardia. El resto de la jornada fue dedicada a perfeccionar la posición.

El nuevo alojamiento consistiría en un galpón de chapa en forma semicircular con arcos de hierro y tirantes de madera, el cual compartirían con el sargento primero Raúl Orcasitas y cinco soldados del Grupo de Artillería 3 que operaban el radar Rasit. Al igual que en la anterior posición, los soldados Miguel Potes y Walter Ferrer construyeron una estufa casera con un tambor de 200 litros, con un caño que cumplía la función de chimenea. Como combustible se utilizaba leña del lugar y la ya conocida turba malvinera.

Ellos mismos reconocían lo afortunados que eran de disponer de este tipo de refugio. Esto en comparación con los soldados que vivían dentro de las trincheras en la primera línea, soportando las inclemencias del tiempo. Esto no sería siempre así. Más tarde les tocaría también a los artilleros dormir a la intemperie.

El miércoles 18 de mayo, el operador del radar detectó un eco en la pantalla. Era una fragata que se acercó hasta quedar a 18 kilómetros de distancia. Como respuesta se efectuó el primer disparo con el cañón. Nuevamente debió utilizarse carga 9. La presión de los gases generados por tirar con la carga máxima hizo desprender una tuerca volando el percutor y el resorte del seguro de éste. Por supuesto el disparo salió y la misión fue cumplida  ya que la nave enemiga se alejó mar adentro.

Se intentó en un primer momento reparar la pieza averiada  en el Batallón Logístico 10 , unidad de apoyo que se encontraba en Puerto Argentino , pero esto no fue posible. El cañón estaba fuera de servicio. Al respecto, el sargento ayudante Garnica comparte su experiencia:

"Lamentablemente no teníamos experiencia de tiro con carga máxima. Recuerdo que antes de la guerra en una salida que hicimos a La Pampa, pedí autorización pata hacer disparo con carga 9 y sacar experiencias para el futuro. Eso no pudo hacerse, así que ahora estábamos sufriendo las consecuencias. Esta falta de información sobre el comportamiento del arma ante exigencias límite había sido siempre una preocupación para mí como mecánico de artillería".

Pronto volvería a entrar en servicio. Por suerte su hermano gemelo ya estaba en las islas para seguir combatiendo mientras éste era reparado.

VIDEO: LOS ARTILLEROS DEL EJERCITO ARGENTINO EN LAS ISLAS MALVINAS

(*) Este marino era miembro de la tripulación del destructor HMS Glamorgan. Murió en acción cuando este buque fue alcanzado por un Exocet MM-38 disparado desde la costa. En la noche del 12 de junio, David Tinker se encontraba de servicio en la cubierta de vuelo, donde justamente impactó el misil. Sería conocido más tarde porque su padre publicó un libro sobre su vida (La vida y gallarda muerte de David Tinker) en donde se incluían algunas de las cartas que este marino había enviado a su casa.

(**) Los radares utilizados eran dos: uno de vigilancia aérea del tipo "Cardion" perteneciente al Grupo de Artillería de Defensa Aérea 601 y uno más pequeño, también de vigilancia, del tipo "Rasit" perteneciente al GA  3 y operado por el entonces sargento primero Raúl Armando Orcasitas.





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